27 de Mayo del 2024
De repente, me llegó un mensaje de mi hermana:
“Nena” - me escribe mi hermana de la forma cariñosa con la que normalmente nos tratamos - “¡Hay que ir a firmar! ¡Compartilo!”
El corazón se me acelera y siento que el estómago se me va al piso al ver el panfleto que me mandó por mensaje:
“En la 20 calle de la Zona 10, una hectárea de bosque de 200 años está en peligro de ser destruida para dar paso a un proyecto inmobiliario de 568 apartamentos en dos torres de 20 pisos……..autoriza la eliminación del 95% del bosque”
“Conferencia de Prensa.Martes 28 de mayo, 10 am, esquina 20 calle y 14 avenida zona 10 ciudad de Guatemala”
No podía creer lo que mis ojos estaban viendo.
“¡Se murió Roberto!” - pensé. Era la única explicación
Entre en pánico por unos minutos, respire profundo y conteste:
“¡Ese es el bosque del señor Roberto! ¿Dónde hay que firmar? ¡Hay que hacer todo lo posible para salvarlo!” - le dije.
La verdad es que le había perdido la pista a Roberto por un tiempo. Estaba terminando de estudiar mi maestría y eso conllevo a irme del país un tiempo. Cambié de teléfono celular y no pude recuperar su contacto.
Hace un mes mi abuela me preguntó por aquel señor que era mi vecino y me puso en la conciencia que debía ir a visitarlo o averiguar que había sido de él. A mi sorpresa, esta fue la respuesta que me dió Dios ante esa inquisitiva.
Mi novio me fue a encontrar en un mar de llanto. Sentía como si me hubieran dado la noticia de que un ser querido se murió. Una sensación de impotencia, frustración y enojo tan grande que la única manera de sacarlo era por medio de llanto:
“Es que no puedo creer a la gente. ¡Son una m****! Me consta que esto es algo que a Roberto no lo hubiera querido.
¡Cada vez está siendo más y más difícil vivir en esta ciudad! ¡Más tráfico, menos árboles, menos agua, todo más caro!
Tanto que Roberto luchó por su bosque. ¡Tantas ofertas que declinó para que paren construyendo esta porquería cuando podrían hacer algo verdaderamente lindo y valioso para todos!”
Con los ojos hinchados, me fui a dormir.
El día de la protesta estaba muy caliente. 30C. Algo que está resultando ser normal en estos días en la ciudad. La incomodidad de sentirme pegajosa, por el sudor, y con un leve dolor de cabeza, por la insolación, no me impidieron enfrentarme a la ruidosa 20 calle.
Me sorprendió ver tanta gente, un martes a las 10 de la mañana.
“¡Hola!” - dije a la primera persona que me topé.
“¡Hola! ¡Gracias por venir!” - me respondieron amablemente.
“Es lo menos que puedo hacer! Estoy muy afectada por todo este asunto.”
“Qué bueno que se involucre gente joven que le importan estos temas! A ver, aquí puedes firmar.”
“Si, y es que para mí es algo muy personal. Conozco al viejito que vive o vivía acá.”- le respondí mientras agarraba el lapicero y ponía mis datos personales.
“¿Conocía a Don Roberto?” - exclamó la señora. Sus ojos iluminados de intriga.
Inmediatamente supe que había agarrado su interés y que a partir de ahí, mi participación en esta historia se volvería mucho más activa.
“¡Si, si mire!” - saqué mi teléfono y me puse a buscar dentro de mis archivos las fotos y videos que había tomado de Roberto y Villa Lolita.
“¡Ala! ¡No lo puedo creer! ¡Qué belleza! ¡Te tengo que presentar a los demás!
“¡Maga veni! ¡Mira, esta niña conoce a Roberto y tiene fotos y videos de él!” - jaló a la señora que estaba en la esquina de la calle.
“!Esto es verdaderamente milagroso! ¿Me podrías compartir estos videos de Roberto tocando piano?” - me dijo ella.
“¡Claro! Y cualquier cosa que necesiten. Verán que les puedo hacer una estrategia digital de toda madre” - les dije muy emocionada. Esperando que me tomaran en serio mi propuesta de ayudar.
Anote sus números de teléfono y me fui de regreso a la oficina.
Al día siguiente, me puse en contacto con todas las personas que conocí y me puse manos a la obra.
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Y así me encuentro escribiendo nuevamente. Ya no es un recuento de Villa Lolita y su único habitante.
Se vuelve la lucha por salvar Villa Lolita a través de la historia de Roberto de La Rosa.
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